Puede que en el gimnasio nos hayamos topado con alguna persona a una enorme taza pegada. O que hayamos visto un selfi en el que un termo de tonos pastel acapara todo el protagonismo. Muy probablemente sean casos del fenómeno Stanley, las botellas reutilizables que han alcanzado fama viral. Los últimos modelos son piezas de coleccionista, Olivia Rodrigo o Adele son algunas de sus adeptas y Pilar, la frívola princesa de la serie Su Majestad acarrea una por las estancias palaciegas.Stanley ha comercializado sus productos en más de un centenar de colores con nombres evocadores como Hortensia, Pomelo, Iris, Peonía o Ciruela lo que hace que sus fans siempre estén pendientes del último modelo. Pero en teoría el principal reclamo de este termo de acero inoxidable es la promesa de retener la temperatura tanto de las bebidas calientes como las frías. La oferta se divide en varios modelos de tazas, botellas y termos; los más populares son los Quencher con pajita incorporada, a 50 euros la pieza. En particular el modelo Stanley Quencher H2.0 FlowState, que según la marca mantiene el agua fría durante 11 horas o dos días si está helada.Además su eslógan de venta es ‘Para toda la vida’, lo que coloca estas botellas al nivel de los diamantes. Es improbable que las Stanley se terminen dejando en herencia, pero si hacemos caso a un compartidísimo video, lo cierto es que son prácticamente indestructibles. En él, una mujer estadounidense llamada Danielle recupera su Stanley de un coche totalmente quemado, para darse cuenta de que el hielo sigue intacto. La marca le regaló un coche y un termo nuevos, así que es fácil imaginar la colosal promoción que Danielle ha hecho a la marca. Sin embargo todas estas especificaciones de fabricación no son el motivo principal por la que esta marca centenaria de repente sea la sensación de TikTok. ¿Qué ha sucedido para que cambie su fortuna?Y es que es innegable que la popularidad de Stanley se disparó en el momento en el que sus productos pasaron de ser un objeto para llevar de pesca a un complemento para la sesión de yoga. Las campañas hacen hincapié en el bienestar y el ejercicio físico, generando la ilusión de que adquirir una Quencher forma parte de eso que insisten en llamar autocuidado.La otra cara del rebranding de Stanley tiene que ver con la idea de lo sostenible. Aunque a nadie se le escapa la ironía de vender como alternativa eco un producto que se ha convertido en símbolo del hiperconsumismo. La mayoría de esas colecciones ordenadas por tonalidades acabarán en vertederos, y aunque la compañía segura en sus comunicaciones que su misión es hacer productos duraderos en acero inoxidable, “uno de los materiales más reciclables¨, ejercen un impacto medioambiental más grande de lo que asumimos en un primer momento. Un estudio de The New York Times desveló hace unos años que la producción de las botellas de acero inoxidable requiere siete veces la cantidad de combustibles fósiles y cientos de veces más metales comparada con la de las de plástico.Por otra parte está el asunto del plomo. El pánico se extendió entre los consumidores estadounidenses cuando se supo que los recipientes de Stanley y otras marcas contenían esa sustancia nociva. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “no existen niveles seguros de plomo en la sangre”, porque incluso las cantidades más pequeñas resultan nocivas. La marca tuvo que informar que la base del aislamiento al vacío se sella con granallas que contienen plomo. Este material se cubre con una capa de acero inoxidable para que el plomo no esté en contacto con el usuario. Pero si esa base resulta dañada, esta barrera puede dejar paso a esta sustancia. Se recomienda en el caso de que se rompa algo en la botella, debe dejar de usarse inmediatamente y hacer uso de la garantía vitalicia de la marca. Desde la empresa dicen que es improbable que la tapa de la base se desprenda, pero a finales de 2024, justo antes de navidades, 2 millones de tazas Stanley tuvieron que ser retiradas del mercado porque se podía desprender la tapa superior. La decisión se tomó después de que, a nivel global, se denunciaran 38 quemaduras por bebida caliente.Pero volvamos al gimnasio. Alexandra, entrenadora personal, confiesa que no se separa de su enorme taza rosa a juego con sus zapatillas Vans. “Mantiene los líquidos durante toda mi jornada y tiene varias modalidades de tapa para beber dependiendo si esta frío o caliente, y por supuesto, me gustan los colores”, responde cuando se le pregunta por qué ha elegido este modelo en lugar de una botella cualquiera. Anita, una de sus clientas, se queja de que su hija de doce años no pare de pedirle una como regalo. “Dice que todas sus amigas la tienen, pero me resisto a gastar tanto”, elabora.Cómo empezó todoTodo comenzó en 1913 cuando el ingeniero estadounidense William Stanley, el fundador de la marca, fabricó una resistente botella de acero con aislamiento al vacío que se hizo popular entre los obreros y los pilotos de la Segunda Guerra Mundial. Era una empresa sólida que funcionaba sin grandes sobresaltos, con productos utilitarios promocionados dentro del marco de las actividades al aire libre. Sin más. El crecimiento frenético solo empezó hace cinco años. En 2021 las ganancias de la empresa aumentaron más del doble en comparación con el año anterior y el 2022, coincidiendo de lanzamiento del rediseño del modelo Quencher, los ingresos volvieron a doblarse hasta alcanzar 402 millones de dólares, unos 385 millones de euros.La progresión coincide con la llegada de Terrence Riley en 2020, tras haber trabajado como directivo en Crocs. La estrategia de Riley, hoy presidente global de la compañía, es todo estudio en marketing contemporáneo. Tal como hizo en Crocs, relanzó una enseña casi olvidada para infiltrarse a lo grande en el entorno digital. Mediante colaboraciones con otras marcas, contenido aspiracional y colecciones cápsula, logró crear una impresión de exclusividad.Olivia Wilde con un termo tipo Stanley en enero de 2024.Hollywood To You/Star Max (GC Images)Es fácil imaginar por qué las tazas Stanley son los productos que todo el mundo ama odiar. Ahora mismo despiertan el mismo desdén por lo básico que los chai latte de calabaza, y nos regodeamos viendo los vídeos de las violentas estampidas que generan sus ediciones limitadas con la superioridad de que ya no participamos en la locura de Black Friday. Pero tenemos que plantearnos si las Stanley son un blanco fácil, como sucede con la mayoría de los productos con público eminentemente femenino. Estamos en un círculo vicioso en el que nos empuja a comprar algo bajo la promesa de la salud, la virtud o la mejoría física y estética, y luego se mofa de las consumidoras precisamente por consumir para querer sentirnos mejor.La propia empresa lanza colecciones para coordinar las botellas con las manicuras de moda, al mismo tiempo que presume de proteger el medio ambiente. Esto sin duda debería provocar más burlas que las que se dirigen a sus consumidoras.

Stanley: desmontando la marca viral de termos de agua que todo el mundo ama odiar | Moda | S Moda
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