A Gerard Oms (Barcelona, 41 años) le fascinaba la mística de la interpretación. “La idea romántica de interpretar papeles, esa parte teórica me encantaba. Y veía a los actores y actrices, y pensaba que eso era lo mío. Sin embargo, cuando me puse yo mismo en esa posición, en el ejercicio teatral, me bloqueé. Literalmente. Delante del público y de las cámaras. No sabía gestionar la exposición”, recuerda Oms. Y su carrera de actor, tal y como había empezado, terminó. “Lo fui dejando, no podía”.Pero, a la vez, entendió que albergaba un tesoro: “Yo lo había pasado mal y había sido actor, había habitado ese lugar y había desarrollado herramientas para desbloquear a compañeros a partir de mi propia experiencia. Y desde ese lado no sufro, me gusta y siento que funciona”. Así es cómo Oms se convirtió en entrenador de actores, por esa profesión pasó a ser el hombre en la sombra de Mario Casas y con él ha debutado como director con Muy lejos, una visión de la primera vez que Oms sintió que descarrilaba vitalmente, cuando en mitad de la crisis económica de 2008, a sus 24 años, y sin saber qué hacer, sin planes preconcebidos, se subió a un tren, llegó a Ámsterdam y se puso a trabajar en lo que encontró. Muy lejos se estrena en salas este viernes 11 de abril, tras ganar en el festival de Málaga los galardones a mejor interpretación masculina y el de mejor película para la crítica.Más informaciónCasas mira a Oms como si fuera su hermano mayor y a la vez como si hubiera encontrado un perfecto compañero de juegos. Sonríe y escucha. El ahora director cuenta cómo fue su carrera hasta que conoció a Casas: “La primera vez que pisé un rodaje y trabajé como entrenador de actores fue en un cortometraje de Isabel Coixet [Proyecto tiempo, de 2017]. Ella escribe, dirige, opera la cámara… La primera imagen que tengo de un cineasta de autor trabajando es la de Isabel y me fascinó. Y después llegó un trabajo a largo plazo, el de Seis días corrientes, de Neus Ballús”. Durante dos años, Oms estuvo preparando a los tres fontaneros que protagonizan el filme de Ballús, que acabaron ganando el premio a la mejor interpretación masculina en el certamen de Locarno (Suiza). “Y eso lo compaginé con otras labores. Por amigos, el director David Victori me contactó y me explicó que tenía una actriz nueva, Milena Smit, en un thriller, No matarás, con Mario Casas”.Aquel rodaje cambió tres vidas: Smit salió catapultada como estrella. Y Casas y Oms se hicieron inseparables. “Mario es tan listo como observador, un gato viejo. Un día de los ensayos me dice: ‘Tú, ven aquí. ¿Quién eres? ¿De dónde sales? ¿Qué haces aquí? Miró a David y le dijo: ‘Este se va a quedar conmigo’. ‘No, es para Milena’. ‘Pues se queda también conmigo’. Y en esa primera conversación le hablé de sus películas, que las había visto todas antes de ir a aquellos ensayos, y le conté lo que me había gustado, especialmente en La mula, Grupo 7 y lo que se atisbaba en Ismael. Y me respondió: ‘Son las que más le gustan a mi madre’. Bingo. Ahí empezó a crearse una confianza que se convirtió en una relación personal”. Aparte, Oms ha colaborado con otros actores y en otros rodajes, como La mitad de Ana, de Marta Nieto.De No matarás nace otra anécdota: “En el segundo ensayo, le dije a Mario que era mucho mejor actor que lo que la gente se cree. Y que por ese papel iba a estar nominado y que lo mismo hasta ganaba el Goya”. El aludido interviene: “Le contesté que nunca me habían nominado y que la Academia nunca me iba a nominar. Y Gerard me respondió que se apostaba una cena a que lo lograba”. Tres años más tarde, Casas, al recoger el Goya, se lo dedicó a Oms, que pagó la cena. “Mario ha pagado un peaje altísimo, ha sufrido un estigma injusto”.Gerard Oms y Mario Casas, director y protagonista de la película ‘Muy lejos’, fotografiados en los cines Golem de Madrid.Claudio ÁlvarezCasas (A Coruña, 38 años) ha contado con Oms siempre… que le han dejado. “Desde que le conocí hace seis años, me he pegado para que me acompañe. Hay directores que no entienden su labor, que piensan que se van a interponer en su trabajo, cuando en realidad es una ayuda más. Mientras el realizador resuelve entre toma y toma dudas técnicas, el entrenador coge al actor y lo mantiene al ralentí, con el motor encendido, para que cuando vuelva ante la cámara esté listo. Mira, yo he llegado a llevar un pinganillo [un auricular oculto] en El practicante porque mi personaje oía voces en su cabeza y Gerard me iba diciendo burradas. Y el director Carles Torras lo entendió. Todo va a favor del resultado final. Por eso, cuando debuté como director en Mi soledad tiene alas [que protagonizó su hermano, Óscar Casas]por supuesto que le llevé”, explica Casas. Y le puso a su vez contra las cuerdas: “Al mes de conocerle le solté: ‘Tienes que dirigir. Si tienes una historia que contar, yo estaré en ella’. Había algo de intuición y de lo que yo veía que él sabía de cine, que lo iba a hacer bien y que tenía el talento. Y le insistí en que yo iría con él con los ojos cerrados y que haría cualquier personaje, fuera el que fuera”.Oms tenía esa historia. Y era muy personal. En 2008, se encontraba encallado. “No sabía qué hacer. En lo personal, en lo profesional… Sabía que era gay, pero también quería ser aceptado por el grupo, atravesaba una crisis de identidad y un brutal bloqueo emocional”. Se subió a un tren y se marchó. Sobre la homosexualidad, Oms apunta que su miedo no era el rechazo familiar, sino el social: “¿Te acuerdas de Tom Hanks en Filadelfia, o del sketch de Millán Salcedo en Martes y Trece de Maricón de España? No tenía referentes, y recuerdo al peluquero de mi barrio al que de repente le empezaron a salir unas heridas… Ahí nacía mi miedo”. El director subraya que el Sergio de Muy lejos no es él, sino un personaje ficcionado creado junto a Casas, aunque bebe de sus experiencias personales. “Por ejemplo, me fui a Países Bajos por ese mito de nación liberada en lo sexual y avanzada en lo social, y me encontré un país racista, clasista y timorato. Otro más”. Y por eso solo pensó en Casas: “No le podía haber regalado una historia tan personal y tan íntima a otra persona. Solo podía rodar desde un lugar de amor, de confianza. Y a la vez, Mario es un actor con mucha técnica y con mucha sensibilidad”.Jetty Mathurin y Mario Casas, en ‘Muy lejos’.El cineasta, con su actor al lado, habla de las referencias en pantalla a los hermanos Dardenne, de que las películas tienen que nacer de los guiones y a estos los mueven los personajes —“Que son en quienes se reconocen o empatizan los espectadores”—, y de la vacilación vital de su protagonista: “Es la historia de alguien que duda y que sostiene una duda, y el espectador duda con esta persona. Con Mario mostramos la fragilidad, la ternura, el quiebro, la contradicción. Y además me beneficio de su físico y de su etiqueta puesta por otros de galán, de una masculinidad que aquí se deconstruye. Sergio abandona todo privilegio, comienza de cero, reconstruye su identidad y lo hace desde la humildad, mirándose en otros”.Acaba la charla. Casas apunta al humor que hay en Muy lejos y de cómo Gerard le pedía que no se pusiera en el centro del plano al igual que Sergio rehúye el protagonismo. “Eso no es lo habitual en mis personajes, que suelen tomar la iniciativa. Hay algo muy gustoso que esa masculinidad tan frágil, ha sido una maravilla este rodaje muy intimista, indie, en otros idiomas… Vengo ahora de rodar una comedia, La cena, y en este género también me siento muy cómodo. ¿Por qué no hago más películas como estas dos? Porque no me ofrecen tantas. A veces en una carrera no construyes como quieres, sino como te viene dado. Y hay un imaginario colectivo muy potente sobre mi figura”.

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