Es un paisaje de spaghetti western convertido en laboratorio artístico. En un remoto valle de Almería, entre las áridas vistas del desierto de Tabernas, Philippe Parreno ha encontrado el escenario ideal para su nuevo proyecto artístico. El reconocido creador francés, famoso por haber dirigido un documental poético sobre Zinedine Zidane y haber recreado la Quinta del Sordo de Goya a petición del Museo del Prado, adquirió cuatro hectáreas de terreno en la pedanía de El Almendral, a unos 40 kilómetros de Almería. “Lo encontré en Idealista [plataforma digital de búsqueda de inmuebles y terrenos]”, sonríe desde su estudio en París. “No leí los anuncios, quise escoger en función de las imágenes. Luego llamé a los propietarios para escuchar sus historias. Recorrí varios lugares y escogí este sitio”.Este vasto campo de almendros, en desuso desde hace años y heredado por varios hermanos de un abuelo fallecido, es el escenario donde Parreno ha instalado una especie de laboratorio en el que naturaleza, tecnología y arte se funden en una única obra. Un ecosistema híbrido que ha desvelado en la exposición Voices, en la Haus der Kunst de Múnich, un edificio de la época nazi convertido en prestigioso centro de arte contemporáneo. En la sala principal, una pantalla gigante proyecta imágenes en directo desde El Almendral. Es un flujo continuo de vídeo que se completa con datos ambientales en tiempo real captados por una veintena de sensores —barómetros, espectrómetros y anemómetros— que Parreno instaló en todo su perímetro. Después, cámaras inteligentes realizan el montaje en tiempo real, sin intervención humana, llevando ese campo desértico a los visitantes de la exposición en una ciudad situada a más de 2.000 kilómetros, que hasta hace poco seguía cubierto de nieve.Una imagen transmitida en directo desde El Almendral (Almería), base de operaciones del proyecto del artista francés Philippe Parreno.Las imágenes desprenden una épica sencilla. El viento sacude las ramas de un árbol, el polvo brilla contra el sol, la cresta del monte dibuja una línea nítida sobre el cielo. Las piedras parecen contar historias y los animales cruzan en silencio, ajenos a la mirada humana que no perciben. El verde se acerca al amarillo a medida que se instala el calor. Es un paisaje propio del Antropoceno, la era geológica definida por el profundo impacto de las actividades humanas sobre la Tierra. El valle está intervenido por el hombre y azotado por una sequía cada vez más severa, alimentada por el calentamiento global. Aun así, la naturaleza resiste y, en algunos rincones, incluso parece exuberante, como si encarnara la resiliencia del planeta frente a los daños que le causamos. “Es un terreno que nos observa y nos habla a través de la pantalla. ¿Qué nos dice este paisaje sobre el mundo en que vivimos y sobre nuestros actos?”, se pregunta Parreno. El resultado le resulta “hermoso y aterrador”.En la sala central, varias lámparas térmicas replican la temperatura del terreno, que el día de la visita rondaba los 15 grados. El artista espera que antes del cierre de su exposición, el 29 de mayo, superen los 30. “Así, habremos pasado del invierno al verde primaveral y luego al calor desértico, ya que allí las temperaturas pueden alcanzar los 45 grados”, dice Parreno. La temperatura en la sala de Múnich, donde en las horas invernales se podía ver la puesta de sol a media tarde, irá subiendo de manera gradual, en paralelo a lo que sucede en el desierto, para recordar a los visitantes de latitudes más templadas los efectos del calentamiento global.“El cambio climático y las crisis políticas nos llevan a una situación sin respuestas. Las pulsiones de muerte se vuelven dominantes”, denuncia el artistaLa instalación El Almendral, que usa como título el nombre de esta localidad en el término municipal de Gérgal, es la pieza central de una exposición espectacular y llena de híbridos entre la naturaleza y la tecnología, en la que no se sabe dónde termina una y comienza la otra. Hasta los bailarines dirigidos por el artista Tino Sehgal, estrella de la performance y colaborador habitual de Parreno, parecen robots con rostro humano. La visión del artista francés es transformar este terreno en una metonimia del planeta, un microcosmos donde observar los profundos cambios que sufre el ecosistema.Esta obra, que Parreno quiere presentar en museos y galerías de todo el mundo en los próximos años, irá evolucionando en cada escala. La siguiente parada será en la galería Pilar Corrias de Londres, seguida del MCA de Sídney, en Australia. Cada una irá acompañada de una nueva intervención en el terreno. Parreno estudia la instalación de nuevos sensores, “cazadores de nubes” (instrumentos para recoger la humedad del aire e hidratar así el terreno) o la posibilidad de perforar un pozo en busca de agua. “A medida que mostramos ese paisaje por todo el mundo, ayudaremos a revitalizarlo”, afirma Parreno. Además, el artista ha creado una sociedad que protegerá El Almendral, otorgándole un marco legal y una autonomía jurídica. Así, el valle contará con derechos propios, en la estela de movimientos que buscan reconocer montañas, ríos y otros entornos naturales como sujetos de derecho.Otra imagen transmitida en directo desde El Almendral (Almería), parte del proyecto artístico de Parreno.El proyecto se fundamenta en una tensión entre términos supuestamente contradictorios: naturaleza y cultura, proximidad y lejanía, interior y exterior, realidad y ficción. Todos ellos quedan alterados en este momento de cambio de paradigma por la injerencia de la tecnología. “Estamos viendo transformaciones profundas, pero estas vienen de lejos. Goya ya percibía el fin de una era y el inicio de otra. Ahora esa transición se acelera. El cambio climático y las crisis políticas nos llevan a una situación sin respuestas. Queremos irnos a vivir a Marte cuando ni siquiera sabemos cómo crear ecologías circulares, así que vamos a acabar devorados por bacterias. Las pulsiones de muerte se vuelven dominantes. Pero si aceptamos que somos seres espectrales, tal vez podamos empezar a comunicarnos con otras especies y entidades naturales”.Su próximo proyecto reflejará esa aspiración. Parreno está rodando una película de ficción sobre una mujer que, en pleno luto por la muerte de su madre, “busca un lugar donde sanar y acaba convirtiéndose en paisaje”. La protagonizan Charlotte Gainsbourg, Zoe Saldaña y Ángela Molina. No se trata solo de mezclarse con las máquinas, sino también con el resto de especies vivas, una idea que no solo es poética, sino también política. Y que también desprende esta nueva instalación. Para Parreno, El Almendral ha sido un regreso a un paisaje que le resulta familiar: sus bisabuelos, que le legaron ese apellido castellano (desprovisto de tilde por la asimilación francesa), procedían del extremo sur de Alicante, a algo más de un centenar de kilómetros. Antes de emigrar a Argelia y, desde ahí, a Grenoble. “Cuando llegué a El Almendral, me sentí en casa”, dice Parreno, que eligió ese lugar porque representaba, en cierta manera, un regreso a los orígenes. “Me pareció extraño. Pero luego pensé que de ese lugar es de donde yo vengo”. Esos árboles, pensó, decían mucho más que cualquier pasaporte.

El terreno comprado en Idealista que se convirtió en obra de arte en el desierto de Tabernas | Cultura
Shares: