Las vacaciones son ese paréntesis soñado que muchas parejas esperan casi como un salvavidas emocional: tiempo libre, evasión y una promesa implícita de reconexión amorosa. No hay jefes, ni mails, ni hace falta estar atento al reloj. Solo existe la posibilidad de, en teoría, disfrutar del momento y volver a sentir esa chispa en los ojos del otro que nos recuerde por qué estamos juntos. Pero en un mundo imperfecto, las cosas no son siempre así. El reposo estival puede agravar los posibles problemas que ya existieran en la relación y dejar al descubierto lo que durante el año queda camuflado bajo la rutina. Según datos de EP Data y del Consejo General del Poder Judicial, las peticiones de divorcio se disparan tras las vacaciones.Más informaciónPero en tiempos de las redes sociales, estos problemas a menudo quedan ocultos tras una capa de postureo. En las redes, muchas parejas siguen mostrando su mejor cara, a pesar de todo, viven su crisis de manera silenciosa. Sonrisas, selfies, atardeceres de ensueño y cenas envidiables se postean estratégicamente para ocultar los problemas reales. ¿Por qué hay personas que hacen esto? ¿Qué consecuencias emocionales tiene eso en nuestra salud mental? ¿Es posible remontar una relación tocada en vacaciones?En las redes, muchas parejas siguen mostrando su mejor cara, y viven su crisis de manera silenciosa y ocultando los problemas reales.MarioGuti (Getty Images)Viajar para no ver (del todo) lo que ya se sabeSiendo un tema que resulta especialmente doloroso, envuelto como está en el aroma del fracaso y la amargura de la separación, no resulta fácil que alguien se preste a contar su experiencia personal. Todos conocemos a alguien que haya planteado un viaje con el objetivo, más o menos explícito, de “salvar una relación”. Un plan que, según el psicólogo experto en vínculos, Sebastián Girona, no suele ser una buena idea: “Si la relación viene arrastrando mucha distancia emocional o desencuentros recurrentes, el intento de reconectar en vacaciones puede generar mucha frustración”, explica. “Es difícil de lograr de forma repentina todo lo que no se hizo a lo largo del año”. “Además, en ese contexto, la sobreexposición es aún mayor que durante el año regular”, continúa, “y si la relación ya viene deteriorada, pretender reencontrarse ‘de la nada’ durante las vacaciones puede generar aún más conflicto. La frustración aparece, y con ella, la confirmación de que la distancia emocional es más grande de lo que pensábamos”.Instagram como anestesia socialDe cualquier modo, desconfíen de las parejas que publican todo el tiempo imágenes idílicas en redes. Existen diversos estudios científicos (como, por ejemplo, este dirigido por la profesora Lydia Emery de la Universidad de Chicago), que demuestran que las personas que hacen más visibles sus relaciones en redes sociales, tienden a estar más inseguras respecto a los sentimientos de su pareja. Es casi como si la ficción que se performa en Instagram o TikTok tuviera el poder de un calmante emocional: calmar momentáneamente el dolor, aunque sin solucionar la causa del mismo.Las propias redes están diseñadas para mostrar lo mejor de nuestras vidas, porque las vemos o las consumimos para divertirnos y entretenernos no para ver dramas.DaniloAndjus (Getty Images)“Las redes sociales son, en cierta forma, una ficción que le ofrecemos a los demás”, afirma Girona. “No son la vida real. Son una versión pública, una puesta en escena de lo que queremos que los demás vean. Todos tenemos distintos niveles de exposición: una parte pública, una privada (la vida en pareja), y una íntima (la vida personal). Desde ese lugar, tiene cierta lógica que intentemos mostrar que todo está bien, que no hay problemas o dificultades. Las propias redes están diseñadas para mostrar lo mejor de nuestras vidas, porque las vemos o las consumimos para divertirnos y entretenernos. La gente espera ver cosas agradables, no dramas. No digo que esté bien, pero funcionan de esta manera”.Una tregua que sale caraHay algo profundamente humano en querer salvar una relación. A veces, ni siquiera se trata de una estrategia consciente ni de un “acuerdo tácito” como tal. Lo que sí que es más común, según Girona, es que haya personas que se digan a sí mismas que no vale la pena estropear una cena o una salida con reproches. Sobre todo cuando hay hijos de por medio. Pero el impulso de protegerlos del conflicto puede acabar cronificando el silencio. Y el coste emocional de no decir lo que se siente, de guardárselo todo para uno mismo, puede ser altísimo.“Los conflictos están basados en diferencias”, recuerda. “Y las diferencias son la materia prima para nuestras peleas. Si estas no se pueden plantear, la carga es enorme. El mundo exterior ya es muy hostil como para tener que soportar también presiones dentro de casa. La vida puede volverse insoportable”. Según el experto, cuando ese tipo de postergaciones se acumulan, el malestar no desaparece: se transforma. Y puede expresarse en forma de melancolía, depresión, ansiedad o una desconexión cada vez más profunda. La sonrisa en la foto del paseo por la playa acaba teniendo un coste muy elevado desde lo psicológico y lo emocional.Cómo reconectar sin forzar ni fingirA pesar de todo lo dicho, el que una pareja esté atravesando una mala racha, no significa que esté todo perdido. Según Girona, hay formas más reales de reconectar. Si el vínculo está tocado, no se va a curar ignorándolo o publicando fotos o vídeos idílicos en Instagram.“Lo ideal”, propone, “sería replicar durante el viaje ciertas dinámicas de cuando no se está de vacaciones”. Esto puede parecer contraintuitivo, pero en vacaciones no es obligatorio hacer todo juntos. Si hay tensión, es preferible oxigenar el vínculo con momentos individuales, actividades por separado o incluso silencios prolongados. “Quizá no serán las clásicas vacaciones soñadas, pero al menos no se convertirán en un campo de minas que podría acabar con la relación”, sostiene el experto.Una herramienta útil, según el experto, es pactar momentos concretos para hablar sobre las diferencias. “No hace falta subrayar los conflictos todo el tiempo”, explica: “Hablar mucho rato no garantiza entenderse. Lo importante es hablar bien. La técnica del ‘encapsulamiento’ propone acordar un día y una hora a la semana para abrir esa caja mental donde hemos ido guardando lo que nos incomoda. Ese pacto permite a la pareja relajarse el resto del tiempo sin miedo a que cualquier conversación derive en discusión”.En vacaciones no es obligatorio hacer todo juntos. Si hay tensión, es preferible oxigenar el vínculo con momentos individuales, actividades por separado o incluso silencios prolongados.Lost Horizon Images (Getty Images/Image Source)Otra clave está en las llamadas “ofertas de encuentro”: pequeños gestos para reconectar sin grandes complicaciones. “Puede ser un café juntos cuando los niños se han dormido, 10 minutos de charla sin pantallas, un paseo corto sin expectativas. No se trata de sumar tiempo, sino presencia emocional. Y a veces cinco minutos honestos valen más que una comida entera vivida con el piloto automático”, argumenta Girona.Mirar de frente también es un gesto de amorAsumir que una relación va mal nunca es fácil. Menos aún cuando estamos en un contexto que debería ser placentero. Las vacaciones nos obligan a parar, y eso a veces deja al descubierto lo que durante el año se tapa con la rutina. Pero el autoengaño también desgasta. “Todas las personas tenemos mecanismos de defensa”, recuerda Girona. “Uno muy común es la negación. Al principio puede ayudarnos a amortiguar el golpe, pero si se vuelve un estado permanente, nos impide avanzar”.Y no solo es hacia afuera, también es hacia adentro. “En muchas relaciones heterosexuales, muchas veces la mujer plantea y pone sobre la mesa que algo no está bien y el hombre lo minimiza, lo invalida o dice que ‘no es para tanto’. Y mientras ella hace un proceso de conciencia, él no ve venir la crisis hasta que le explota al lado”. Quizá para entonces ya es demasiado tarde. El problema no es que no haya señales. Es que muchos hemos aprendido a no querer verlas.Al final, nadie tiene una fórmula mágica. Pero sí hay algo que resulta evidente: fingir estabilidad solo aplaza el derrumbe. Reconocer lo que duele, permitirse mirar lo que se ha roto sin filtros ni hashtags, es el primer paso, incómodo, pero necesario, para decidir si aún queda algo que salvar o si ya toca dejar de fingir.

Parejas en modo “crisis silenciosa” durante las vacaciones: una tregua emocional que puede salir cara | Estilo de vida
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