El ADN ambiental (ADNe) es el material genético existente en una muestra recogida en un entorno natural, y suele pertenecer a las especies que viven o han pasado por ahí. Desde hace unos años, esto se utiliza para estudiar la biodiversidad en trabajos científicos, pero ahora son las propias organizaciones conservacionistas las que han empezado a recurrir a este tipo de pruebas genéticas de forma más práctica, para mejorar la gestión de ecosistemas. Es el caso de SEO/BirdLife, que por primera vez está utilizado el ADN ambiental para determinar qué estrategias seguir en humedales catalanes como Les Llobateres, en Sant Celoni (Barcelona).Esta antigua cantera restaurada en 2007 es hoy una zona húmeda de aguas inusualmente profundas (cuatro metros de media), con gran valor ecológico y parada destacada de aves migratorias, en cuya mejora trabajan los ornitólogos. Como explica Ander Achotegui, técnico de SEO/BirdLife en Cataluña, para saber qué acciones tomar lo primero es conseguir un buen diagnóstico de las especies que alberga. “Lo interesante de esto es que la tecnología se ha democratizado ya lo suficiente como para que podamos aplicarla en la gestión”, comenta el ambientólogo. “A nosotros nos llega un kit y es como montar un mueble de IKEA, coges agua, sigues unas instrucciones y al final tienes un filtro con todo el ADN ambiental retenido que mandas a analizar al laboratorio”.En los muestreos tradicionales −por medio de la observación o la escucha en el caso de las aves, o métodos como la pesca eléctrica para los peces−, se requieren muchas horas y esfuerzos para llegar a tener una idea de la biodiversidad de un lugar. Con el ADN ambiental, a partir de una única muestra de agua de Les Llobateres se puede identificar de forma sencilla y rápida un gran número de especies de una sola vez. En concreto, los análisis genéticos en este humedal detectaron en un solo día 53 especies distintas y otras 142 familias (sobre todo de invertebrados). “Cuando los animales se mueven por un espacio van dejando restos de escamas, pelos o secreciones”, explica Achotegui, “al analizar muestras de estas zonas en el laboratorio se pueden identificar muchos especímenes a través de librerías muy grandes con sus genes específicos, algo imposible con los métodos tradicionales”. Entre las principales sorpresas del ADN Ambiental de Les Llobateres, que no se habían detectado en muestreos anteriores, el técnico de SEO/BirdLife destaca especies amenazadas como la anguila y la perdiz roja, o invasoras como el coipú, el sapillo pintojo, la perca americana, la carpa, la brema blanca o Phoxinus septimaniae. Resulta llamativo el caso del coipú (Myocastor coypus), un roedor de gran tamaño, parecido a un castor o una rata acuática, que se trajo de Latinoamérica para su cría en granjas de pieles y ahora se ha convertido en una especie invasora en Europa.Aunque los ornitólogos cuentan con datos de muestreos de este ecosistema realizados en los últimos 18 años, con el ADN ambiental han detectado 30 especies que no se habían identificado antes, cuatro de vertebrados (tres peces y un ave) y 26 de invertebrados. Aparte de ir mucho más rápido en la identificación de especímenes, pueden estar seguros de que estos animales están viviendo o recorriendo la zona en este momento, lo que no se sabe con certeza de aquellas aparecidas en alguno de los muestreos del pasado. “La novedad aquí es que lo aplicamos para la gestión, aunque tiene un interés científico, a nosotros nos resulta especialmente útil para orientar la restauración de estos espacios”, detalla Achotegui, que considera importante identificar las especies protegidas para asegurar que se están tomando medidas para su supervivencia y las invasoras para intentar reducir su impacto en el ecosistema, intentando aislarlas o frenar su entrada.La organización conservacionista ha realizado los test genéticos con la empresa Nature Metrics, que justamente está especializada en ADN ambiental en humedales y las pruebas de Les Llobateres han costado unos 1.500 euros.Curiosamente, esta técnica puede arrojar algunas identificaciones imposibles, con animales que no pueden estar en ese ecosistema de ninguna forma. “Como los análisis son tan finos, pueden detectar cosas que en los resultados ya te avisan que se trata de un error, como por ejemplo salmón o sardinas”, señala el ornitólogo, que explica divertido que pueden tratarse simplemente de restos de los bocadillos de la comida.

SEOBirdLife: El ADN ambiental de una muestra de agua: conservacionistas empiezan a usar pruebas genéticas para mejorar la gestión de ecosistemas | Clima y Medio Ambiente
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