En una sala, siete monitores repiten, en un bucle de casi seis minutos, la secuencia final de Jeanne Dielman, 23, quai de Commerce, 1080 Bruxelles (1975), de la belga Chantal Akerman. Hay algo de pintura o casi de fotografía de la cotidianidad, del aburrimiento existencial, en ese plano fijo de una mujer, la Jeanne Dielman del título, sentada en una mesa. Sin embargo, acumula una tensión casi palpable por el espectador. Solo observando la mano, en la que asoma una mancha de sangre casi imperceptible, puede atisbarse el motivo de esa brumosa turbiedad, que se conoce si se ha visto la película o se ha leído el nombre de la videoinstalación: Mujer sentada después de asesinar (2001).No es, probablemente, la pieza más importante de la exposición Travelling, una antológica sobre la cineasta, que se puede visitar hasta el 7 de septiembre en el Museu de Arte Contemporânea (MAC/CCB) de Lisboa, pero sí la que mejor resume toda la vida creativa de Akerman (Bruselas, 1950 – París, 2015). La exposición, procedente de Bruselas —en una parada entre Bélgica y Portugal, en París, solo se exhibió una parte pequeña— sirve para honrar varios aniversarios: los 75 años de nacimiento de la cineasta y el medio siglo del estreno de su Jean Dielman. Ha transcurrido, además, una década desde su suicidio, acaecido antes del terremoto artístico que supuso en 2022 que Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080 Bruxelles encabezara por primera vez la prestigiosa lista que elabora cada década la revista británica Sight and Sound, y en la que la votación de 1.600 especialistas la colocó por encima de Vértigo o Ciudadano Kane. Dicho de otra manera: la mejor película de la historia la había dirigido una realizadora que, en el momento de su estreno, ni siquiera había cumplido 25 años y que retrata en su primer largo la existencia durante tres días de una mujer dedicada a unas tareas cotidianas realizadas de manera morosa, casi robótica (filmadas en rotundos planos secuencia), que para sacar adelante económicamente a su hijo se dedica a la prostitución.Videoinstalación de ‘D’Est’ (1995), de Chantal Akerman, en el MAC/CCB de Lisboa.Antonio Jorge Silva (MAC/CCB)En el imponente edificio del MAC/CCB —situado entre dos de los más visitados de Lisboa, el monasterio de los Jerónimos y el Monumento a los Descubrimientos, todo a la orilla del Tajo en Belém—, un moderno bloque erigido en piedra para no desentonar en el paisaje circundante, el visitante accede al mundo de Akerman en su plenitud: el recorrido es artístico, pero la comisaria, Laurence Rassel, ha recurrido a las palabras de Akerman para los carteles que acompañan cada parada, y en esos extractos, como la cineasta intrincó de tal manera su vida en su obra, se mezclan sus vivencias y su arte.Un momento de ‘Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles’.CINEMATEK / FONDATION CHANTAL AKERMANEsa dupla ha multiplicado su influencia en las nuevas generaciones de cineastas. Para Belén Funes (La hija de un ladrón), Jeanne Dielman fue una “película-descubrimiento absoluto. Estaba dirigida por una mujer, pero a la vez, contradecía todo lo que se suponía que debía o podía ser ‘el cine que hacían las mujeres’ porque la película es un tratado acerca de la violencia y de los caminos que encuentra para escaparse y salir al exterior. Me parece que Chantal nos ha ido recordando a lo largo del tiempo que no necesitamos que nos representen, que podemos hacerlo nosotras mismas”. Por esa pasión, Funes ha escondido un guiño a Akerman en Los Tortuga, su nuevo trabajo, que se estrena el 23 de mayo.Aspecto de una de las salas de la antológica ‘Travelling’, sobre Chantal Akerman, en el museo MAC/CCB de Lisboa.Antonio Jorge Silva (MAC/CCB)Por su parte, Luis López Carrasco (El año del descubrimiento) apunta: “Su experimentación con el uso del tiempo, como elemento descriptivo por encima de narrativas fuertes, ha influido en todo el siglo XXI. Y además trabajó mucho en la no ficción, en documentales, y en la videocreación, moviéndose en una terra incognita que ahora sí se entiende en 2021. Y en 1975 puso en el centro del relato a una viuda ama de casa que se gana la vida como puede, un hecho revolucionario feminista porque en el cine esos personajes eran accesorios″.Una imagen de ‘Golden Eighties’ (1986).CINEMATEK / FONDATION CHANTAL AKERMANIsabel Coixet, Neus Ballús, Alauda Ruiz de Azúa, Carla Simón, Elena López Riera… Varias generaciones de cineastas españolas consideran a Akerman fundamental para su obra. A Coixet, la belga, a la que conoció personalmente, le fascina “porque filma a mujeres fumando, encuadradas en ángulos de cine negro contrapicados e iluminadas con sombras marcadas. Me gusta que sus protagonistas frieguen los platos, se paren en las escaleras, en una mesa de cocina, en un bar… Y todas, sumidas en sus pensamientos, parecen intensamente conscientes de sí mismas mientras interpretan los papeles que la sociedad les ha marcado. Akerman introdujo en el cine una nueva manera de mirar y fue la primera en retratar lo que antes se había ignorado”. Más informaciónPara Ballús (Seis días corrientes), su cine le “produjo una sacudida”. “La descubrí después de la universidad, donde había estudiado lo canónico. Su propuesta es radical en su recuperación del tiempo vivencial por encima del cinematográfico y en su retrato de la feminidad, sobre el lugar que ocupamos en el mundo. Es que su cine cuestiona todas las normas”. Y Ruiz de Azúa (Cinco lobitos, Querer) desgrana: “Se adelantó décadas a conversaciones que estamos teniendo ahora. Personalmente, muchos de sus trabajos me llevan a replantearme la importancia de lo que ponemos en primer término, a qué le damos protagonismo y a qué no. Esta frase suya lo explica bastante bien: ‘No hay nada que decir, decía mi madre, y es sobre esa nada sobre la que yo trabajo”. Videoinstalación de ‘Now’ (2015), de Akerman, en el MAC/CCB de Lisboa.Antonio Jorge Silva (MAC/CCB)En las salas del MAC/CCB, la férrea presencia de la madre de Akerman, una judía polaca superviviente del campo de exterminio de Auschwitz, asoma en la obra de su hija, que llegó a darle el protagonismo en piezas como No Home Video (2015) o el libro y el videoensayo My Mother Laughs (2019). “Mi madre, que sabía de desgracias, me contaba que las grandes crisis no las ves venir porque crecen poco a poco hasta que un día te han devorado la vida […]. Una madre es algo inmune al paso del tiempo, es resistencia y roca, y a la vez, como ser humano, envejece”, contaba Akerman a este periodista en 2014, recién fallecida su progenitora y 16 meses antes de que lo hiciera ella misma.Chantal Akerman, durante las localizaciones de ‘Los encuentros de Ana’ (1978).CINEMATEK / FONDATION CHANTAL AKERMANEn Lisboa el visitante pasea por sus comedias (Golden Eighties, Romance en Nueva York), sus adaptaciones literarias (La cautiva, La folie Almayer), su abandono de los estudios y sus viajes por EE UU, su revisión constante de su obra (de D’Est se puede ver la película de 1993 y su segmentación en piezas en 1995 en 25 monitores que sumerge mejor al público en los viajes de Akerman a Europa del Este tras la caída del sistema soviético)… En las salas se ve material inédito, como fotografías, guiones originales, numerosas notas con confesiones (“Tengo una relación con la escritura tan fuerte como con el cine”, aventuraba en 1967), mapas para las localizaciones y algunas piezas visuales. Natalia Leibel, la madre de Chantal Akerman, en el documental ‘No Home Movie’ (2015).La directora artística del MAC/CCB, la española Nuria Enguita, recuerda haber conocido a Akerman para una exposición en Valencia: “Tenía un carácter fuerte y sincero: si algo no le gustaba, lo decía; y al revés, te agradecía lo bien hecho. Era divertida, y cuidaba mucho su obra”. Por eso, cuando Enguita supo de la posibilidad de que Travelling saliera de Bruselas, ofreció el museo lisboeta como uno de sus destinos: “El público lo agradece, y en las visitas y en las proyecciones se palpa su vigencia”. Un momento de ‘Jeanne Dielman, 23, quai du Commerce, 1080 Bruxelles’.CINEMATEK / FONDATION CHANTAL AKERMANDesde sus mujeres en cocinas —ahí está, seminal, su primer corto, Saute ma ville (1971)— a los desiertos, impresiona A Voice in the Desert, de 2002, instalación en la que se ve cómo Akerman proyectó en una pantalla en el desierto de Arizona, colocada entre dos montañas, cada una a un lado de la frontera, su documental De l’autre côté, sobre los inmigrantes mexicanos que intentaban entrar en EE UU; de los sufrimientos de la humanidad a sus atmósferas más íntimas; de sus trabajos más comerciales a sus filmes experimentales, sus videocreaciones y sus libros. Casi todo Akerman está en Lisboa. Casi, porque la exposición acaba con su muerte. La elección de Jeanne Dielman… como mejor película de la historia ocurrió en diciembre de 2022, y sobre ese feliz acontecimiento, la viuda de Akerman, la chelista y compositora de sus bandas sonoras Sonia Wieder-Atherton, dijo en Madrid dos semanas después: “Siempre tendrá haters. Déjalos que griten, porque ellos se lo pierden. Son batallas sin sentido […]. Para Chantal esa película fue como un enorme banquete. Sabía que con el tiempo Jeanne Dielman… significaría algo en la historia del cine”. Videoinstalación ‘Woman Sitting After Killing’ (2001), nacida de la secuencia final de ‘Jeanne Dielman…’, de Chantal Akerman, el museo MAC/CCB, de Lisboa.Antonio Jorge Silva (MAC/CCB)

El cine de Chantal Akerman, la directora de la mejor película de la historia, no tiene final | Cultura
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