Un martes cualquiera, se produce un encuentro entre dos amigos. Lucía (44 años) y Alex (48) se conocen desde hace años y quedan de vez en cuando para comer o tomar unas cervezas en compañía de sus respectivas parejas. En esta ocasión, se han visto por casualidad, así que charlan brevemente en la calle y ambos están de acuerdo en verse con más tranquilidad próximamente. Antes de despedirse, Lucía saca el móvil, abre la aplicación que usa para organizar su calendario e intenta buscar un hueco libre para Alex en su apretada agenda. “No tengo un fin de semana disponible hasta el mes que viene”, comenta apurada. A lo que su amigo contesta que no se preocupe, que lo entiende y que, teniendo en cuenta que están a principios de mes todavía, más adelante le escribirá para concretar una fecha. Este escenario en el que amigos o familiares tienden a tratar el tiempo libre que comparten de la misma forma que lo harían en sus ámbitos laborales es más habitual de lo que parece.Términos como “agendar” o frases del tipo “buscar un hueco en el calendario” son normales en un ambiente de oficina en el que, por obligación, todo tiene que estar medido. Sin embargo, cuando saltan al territorio del tiempo personal podríamos estar ante un síntoma de saturación. Utilizar el calendario a modo de recordatorio no supone un problema, el conflicto empieza cuando su uso es necesario no para apuntar, sino para encontrar tiempo disponible en los días que se presuponen libres.Más información“En general, este comportamiento responde a que tendemos a tratar de compatibilizar todo: ser buenos padres, buenos amigos, buenos hijos, buenos profesionales… Todo eso lleva mucho tiempo, de modo que, en estos casos, el ocio deja de ser ocio y pasa a ser una obligación”, explica Ana Barrón López de Roda, doctora en Psicología e investigadora especialista en psicología social. Cuando saturamos el tiempo que se debería dedicar al ocio, perdemos la función primigenia y fundamental que tiene no tener que trabajar: permitirnos desconectar, relajarnos y dejar espacio para la improvisación. La presión por cubrir todos los aspectos que consideramos importantes de nuestra vida compromete la libertad de poder hacer lo que nos apetezca en cada momento, aun teniendo, en teoría, la posibilidad de hacerlo. En este sentido, también existe un componente de género importante. “Esta presión es mayor en las mujeres, ya que, aunque parezca mentira, todavía por su rol tradicional de cuidadoras se espera que sigan siendo ellas las que lleven la mayor parte de la carga del hogar y de los hijos, además de la de su propia profesión. Es cierto que es algo que afecta a todos los individuos, pero particularmente en el caso de las mujeres resulta aún más relevante”, puntualiza Barrón, quien también es profesora titular del Departamento de Psicología Social, del Trabajo y Diferencial de la Universidad Complutense de Madrid.Una planificación exhaustiva para organizar las actividades de ocio hace que su percepción adquiera cierto sentido de obligación.FreshSplash (Getty Images)¿Tiene sentido programar el tiempo libre a un mes vista? Un estudio publicado por la revista académica Journal of Marketing Research, en 2016, sugiere que elaborar una planificación exhaustiva para organizar las actividades de ocio, tanto a corto como a largo plazo, hace que su percepción adquiera cierto sentido de obligación y, por lo tanto, pierda la apetencia inicial que producían. Es difícil saber si el plan que hoy te entusiasma te seducirá de la misma manera dentro de tres semanas.En una sociedad que premia el aprovechamiento máximo del tiempo, cada vez hay menos espacio para la improvisación. No solo ocurre en el mundo de los adultos, si ponemos el foco en los niños, la situación es parecida. “Los niños y las niñas aprenden lo que ven en los colegios y en su entorno familiar más cercano. Estamos en un momento en el que la sociedad premia a las personas que son triunfadoras, que pueden con todo, que no se rinden en situaciones adversas o estresantes… Se airean mensajes motivacionales que, de alguna manera, nos crean la obligación moral de llegar a todo porque, de no hacerlo, sentimos que hemos fracasado”, explica la profesora Barrón sobre el efecto contagio de una sociedad estresada. El afán por hacer check sobre todas las tareas que nos hemos propuesto en el día a día para satisfacer nuestras necesidades personales y profesionales implica un gasto de tiempo importante. “Para dar espacio a los padres, estamos viendo cómo muchos niños ocupan la mayoría de sus tardes con actividades extraescolares programadas en lugar de estar jugando con otros niños, cosa que va en detrimento de su proceso de socialización”. Extender al fin de semana estas dinámicas de anticipación y control absoluto de los planes, sin dejar espacio para poder hacer lo que vaya surgiendo, alimenta nuestros niveles de autoexigencia y funciona como agente estresante familiar añadido.Es aconsejable dejar hueco para hacer lo que nos apetezca en el momento o incluso para no hacer nada.mihailomilovanovic (Getty Images)Más allá de lo que implica para la salud mental estar sujetos a una agenda tan estricta, incluso en días libres, hay que pensar en cómo los demás pueden percibir nuestro comportamiento al mostrarnos ocupados constantemente. Volviendo al ejemplo del inicio en el que dos amigos se encuentran y se emplazan a quedar próximamente —aunque sin éxito en su propósito—, ¿qué sensación puede generar en una persona el hecho de que un amigo no tenga tiempo para verla hasta dentro de un mes? La doctora Barrón tiene una opinión muy clara al respecto: “Lamentablemente, este tipo de situaciones se producen muy a menudo y deterioran las relaciones interpersonales que, por otro lado, resultan fundamentales para satisfacer nuestras necesidades sociales como individuos”.En cuanto a cómo podemos aprender a gestionar mejor el tiempo libre, la especialista añade: “Es importante dejar espacio para que las cosas surjan de manera espontánea, tanto por nosotros mismos como por la gente cercana a la que apreciamos”. No se trata de entregarnos a un completo libre albedrío, pero, en lugar de tener planificados todos los fines de semana (mañana y tarde), es aconsejable dejar hueco para hacer lo que apetezca en el momento o incluso para no hacer nada. “Además, cualquier amigo o familiar puede llamar un día por sorpresa para decir que necesita hablar o que le apetece verte esta semana. Una muestra de afecto y de amistad también es, sin duda, poder sacar tiempo para dedicarle”, resume.

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