La autobiografía de Costa-Gavras se titula de forma paradójica y con aliento lírico Ve adonde sea imposible llegar. Él ha llegado con su cine a lo largo de sesenta años a lugares reconocibles, ocupándose frecuentemente de víctimas y también de sus tantas veces impunes verdugos. Su obra fue etiquetada como cine político y tuvo un público fiel y concienciado durante décadas. Triunfó y también se estrelló, pero la gente siempre sabía que iba a encontrar en sus películas mensajes, reivindicaciones morales, retratos de injusticias y horrores extraídos de la realidad, compromiso personal e ideológico con las historias que narraba. Nunca hubo pose en él. Se creía el mensaje de sus películas. Sin embargo, también intentaba hacerlas complejas y nunca se olvidó de crear espectáculo, de mantener despiertos a los concienciados espectadores. Ha sido y es un director valioso. También un hombre consecuente. Más informaciónCosta-Gavras tiene 92 años. Y continúa haciendo cine. Su última película se titula El último suspiro. Es el mismo que el de las sabrosas memorias del irremplazable Luis Buñuel. En Ve adonde sea imposible llegar, Costa-Gavras contaba que ya les había dado el adiós definitivo a las personas más cercanas y entrañables, aparte de su familia, que había tratado en su vida. A nivel humano y profesional: Simone Signoret, Yves Montand, Jorge Semprún, Chris Marker, gente así. Todos se iban largando al otro barrio. Por lo tanto, es muy consecuente que en la que puede ser su última película, Gavras haya adaptado una novela de Régis Debray centrada en la eutanasia, en las personas que están llegando al irreversible final y en la forma de poder ayudarles a que el paso al túnel oscuro y perenne sea lo menos doloroso posible. Kad Merad, Ängela Molina y Denys Denis Podalydès, en ‘El último suspiro’, de Costa-Gavras.La protagoniza un escritor de éxito y filósofo notorio al que le han diagnosticado que la enfermedad progresivamente irreversible se ha instalado en su cuerpo, que el monstruo no va a parar en su naturaleza depredadora. Busca conocimiento, refugio y consejo en un médico tan instruido como generoso, tan inteligente como comprensivo, un humanista de verdad. La relación de ambos en la encrucijada definitiva está bien contada. Y aparecerán variados casos de gente a la que solo le espera el final y las diversas reacciones emocionales y psicológicas ante este. Aparece la angustia, el terror, el deseo de que el desenlace sea tan corto como indoloro, la necesidad de que estén al lado los seres que aman y por los que son amados, la resignación, la ira, la desesperación, el apego a los recuerdos felices, la necesidad de ayuda para que el desenlace sea lo menos traumático posible. Yo no entiendo los dilemas morales ante la eutanasia. Me parece un acto tan compasivo como necesario. Y no solo con los enfermos terminales. También con aquellas personas cuyo cuerpo no está irremisiblemente enfermo, pero a las que les supone una tortura seguir en este mundo y no tienen la capacidad o el valor para largarse sin necesidad de ayuda. Más informaciónCasi todo me resulta creíble en esta didáctica y honesta película. Tal vez me resulta excesiva la paz y la cordialidad que reinan en el retrato de la familia gitana, en la cual Ángela Molina tiene una aparición notable interpretando a la moribunda. También lo es la secuencia en la que aparece brevemente la siempre admirable Charlotte Rampling. Es una película coherente con las temáticas y los propósitos que siempre han interesado a Costa-Gavras, alguien que siempre merece respeto. Y admiración en algunos casos. Volví a ver hace poco tiempo Desaparecido. Sigue dando miedo. Es sombría y con una atmósfera que a veces parece onírica. También despierta pena. El último suspiroDirección: Constantin Costa-Gavras.
Intérpretes: Denis Podalydès, Kad Merad, Marilyne Canto, Fabrice Scott, Ángela Molina.
Género: drama. Francia, 2024.
Duración: 97 minutos.
Estreno: 25 de abril.

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