Jesús de Nazaret, cuya muerte en Jerusalén conmemoran los cristianos en Semana Santa, fue un personaje histórico que vivió y murió hace dos mil años. Para millones de creyentes es, además, el hijo de Dios, que resucitó al tercer día, y el fundador de una religión que se expandió por el Imperio romano en un plazo relativamente corto de tiempo. La mayoría de los expertos creen en la existencia histórica de Jesús, aunque las lagunas sobre su vida son inmensas. Los hechos son escasos, a veces contradictorios y, en muchos casos, perdidos en las brumas de la leyenda. Algunos expertos le consideran incluso un personaje literario, moldeado por los cuatro evangelistas que escribieron sus textos décadas después de su muerte.Uno de los grandes expertos en la figura tanto bíblica como histórica de Jesús fue un periodista de este diario, Juan Arias, corresponsal en Roma y Brasil, primer responsable de Babelia, defensor del lector, teólogo, exsacerdote que cubrió el Concilio Vaticano Segundo, autor de libros como Jesús, ese gran desconocido (Maeva) y una de las personas más queridas en la redacción de EL PAÍS. Cada año, en Navidad y en Semana Santa, escribía textos sobre Jesús, cargados de sabiduría y tolerancia. Falleció el pasado noviembre a los 92 años y muchos lectores nos hemos quedado huérfanos de la humanidad de sus reflexiones.Más informaciónEn uno de sus artículos, Juan Arias explicaba que “los expertos en estudios bíblicos consideran que, de todo lo que atribuye en los Evangelios a Jesús, solo 12 frases serían literales”, entre ellas “nadie es profeta en su tierra”, “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” y es “más difícil que un rico se salve que el que un camello pase por el ojo de una aguja”. “Historia o mito, leyenda o realidad, el judío Jesús ha conseguido resistir a lo largo de más de dos mil años, no solo como un hecho religioso, sino como un fenómeno inédito, capaz de seducir a millones de personas, creyentes o no”, escribió Juan en otro texto, en el que dejaba claro que el misterio más profundo no tiene que ver con su existencia, ni siquiera con la fe, sino con una permanencia que se debe, en gran parte, al genio de los autores anónimos de los Evangelios.Fresco de la capilla de Los Scroverianos en Padua, obra maestra de Giotto.Eric VANDEVILLE (Gamma-Rapho via Getty Images)La búsqueda del Jesús histórico parece inagotable, tal vez porque recorrer ese camino significa, en el fondo, explorar las fronteras que separan la fe de la razón: aunque la fe esté por encima de los hechos, incluso para los millones de creyentes, la importancia de un Jesús real es indudable. Cada año, se publican nuevos libros que se suman al debate, algunos de los cuales dejan una huella profunda, como ocurrió con La invención de Jesús de Nazaret (Akal), del profesor de la UNED Fernando Bermejo Rubio, cuya edición ampliada de 2023 nunca ha dejado de estar presente en las librerías. También está Herejía (Taurus), de la historiadora Catherine Nixey, que ha seguido todo el rastro documental de Jesús para ofrecer una versión nada complaciente del personaje. Ahora acaba de editarse en Estados Unidos un nuevo ensayo de Elaine Pagels, profesora estadounidense de historia de las religiones en la Universidad de Princeton y una de las mayores expertas en este tema, Miracles and Wonder. The Historical Mistery of Jesús (Doubleday), que ya ha provocado encendidas discusiones entre críticos de la prensa estadounidense.Los tres libros ofrecen una nueva mirada, informada y crítica, a documentos y testimonios existentes, a sus contradicciones y a las ventanas que ofrecen para tratar de entrever una persona real oculta detrás de la construcción de un discurso religioso o, al contrario, de la crítica a esa nueva religión. En otras palabras, todos tienen una agenda política: en el caso de los evangelistas, articular una religión que pueda crecer dentro del Imperio romano —de ahí que culpasen a los judíos de su muerte, pese a que Jesús era judío y la crucifixión un castigo romano—, mientras que los romanos rechazaban lo que consideraban un posible peligro para la estabilidad del imperio.Así describe Elaine Pagels en su último libro sus primeros pasos, cuando era estudiante, en la búsqueda de un Jesús real. “Primero aprendí que ninguno de los relatos que ahora se llaman Evangelios se escribió en vida de Jesús. Por el contrario, se escribieron de forma anónima, entre 40 y 60 años después de su muerte. Descubrí, también, que ninguna de las fuentes supervivientes del siglo I que menciona a Jesús es neutral. Pues mientras sus devotos seguidores escribían Evangelios, destacados miembros de la élite romana escribían mordaces ataques”.Los textos que formaron el cristianismo y, por lo tanto, la imagen de Jesús, presentan enormes contradicciones. No se ponen de acuerdo ni siquiera en su nacimiento o en la fecha de la muerte: Marcos, Lucas y Mateo hablan de un día y Juan de otro. En cambio, la información textual y arqueológica sobre Palestina en el siglo I de Nuestra Era es considerable, lo que permite que los historiadores puedan anclar sus argumentos en un contexto histórico bastante sólido.Fresco de Giotto en la capilla de Los Scroverianos, en Padua, que muestra la entrada de Cristo en Jerusalén.Heritage Images (Heritage Images via Getty Images)Las fuentes no cristianas sobre Jesús, sobre todo historiadores judíos y romanos, son escasas y ni siquiera son contemporáneas; pero son suficientes para que la inmensa mayoría de los investigadores consideren probada su existencia. Pese a ello, el fragmento antiguo más importante que hace referencia a Jesús, escrito por el historiador y político del siglo I Flavio Josefo, el llamado “testimonio flaviano”, es considerado una falsificación por un número nada desdeñable de estudiosos. El texto, del año 93 de nuestra era, reza así: “En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio [si es lícito llamarlo hombre, porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad]. Y atrajo a muchos judíos [y a muchos de origen griego. Era el Cristo]. Y cuando Pilatos, a causa de una acusación hecha por los hombres principales entre nosotros, lo condenó a la cruz, los que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo. Porque se les apareció al tercer día resucitado; [los profetas habían anunciado este y mil otros hechos maravillosos acerca de él]. Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido” (los fragmentos entre corchetes son los más problemáticos).El primer texto fundacional del cristianismo son las Epístolas de San Pablo, redactadas en griego dos décadas después de la crucifixión. De las 13 o 14 cartas que se conservan —los especialistas no se ponen de acuerdo—, solo siete son consideradas auténticas. Y luego están los cuatro Evangelios. En su crítica del libro de Pagels en The New Yorker, Adam Gopnik resume así la opinión generalizada sobre los cuatro Evangelios canónicos: “Fueron escritos en griego entre 40 y 60 años después de la Crucifixión. Fueron compuestos en algún lugar lejos de Jerusalén, en una lengua que Jesús y sus discípulos no conocían, por escritores que no pudieron ser testigos presenciales. Los libros se atribuyen, en orden probable de composición, a Marcos, Mateo, Lucas y Juan”.Tampoco se puede hablar de autores reales, porque solo se atribuyeron a esos nombres mucho más tarde, en el siglo II. Más allá de la fe y de la historia, el talento literario de los responsables de estos textos es inmenso. Pagels señala como una de sus mayores hazañas su capacidad para convertir un castigo humillante y vergonzoso en la antigua Roma, reservado a esclavos, agitadores que se atrevieron a enfrentarse al Imperio y renegados, “en la prueba de la misión divina de Jesús”.Otro fresco de Giotto en Padua que muestra la detención de Cristo. La capilla de Los Scroverianos es considerada una obra maestra del arte medieval.Heritage Images (Heritage Images via Getty Images)El equilibrio entre estas tres figuras —el Jesús real, el divino y el literario— sigue desatando polémicas y discusiones porque, como escribió Marc Bloch, “el cristianismo es una religión de historiadores”. “Otros sistemas religiosos pudieron basar sus creencias y sus ritos en una mitología más o menos externa al tiempo humano. Como libros sagrados, los cristianos tienen libros de historias y sus liturgias conmemoran con sus episodios la vida terrestre de un dios”, prosigue el investigador francés, asesinado por los nazis en la Segunda Guerra Mundial y fundador de la Escuela de los Anales que cambió por completo la mirada hacia el pasado.El cristianismo es una religión de historias que, al final, se han impuesto a la Historia. En su libro, Pagels recuerda el mismo misterio que marcó tantos textos maravillosos de Juan Arias: “No puedo resistirme a preguntarme no solo quién fue Jesús, sino también quién es. Lo que me intriga es la asombrosa persistencia de Jesús, tanto redescubierto como reinventado. ¿Cómo llegó el rabino conocido como Jesús de Nazaret a ser imaginado como el Hijo de Dios entronizado en el cielo junto al Señor de los ejércitos?”. Dos mil años después, la respuesta a esa pregunta sigue marcando el presente.

En busca del Jesús histórico: más preguntas que respuestas | Cultura
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