La escritora italiana Francesca Giannone, el día 22 de abril en el Hotel H10 Urquinaona de Barcelona. Gianluca BattistaLo que le ocurrió a Francesca Giannone (Lizzanello, Italia, 43 años) con su primera novela, La cartera (Duomo, en castellano y en catalán) es lo que a todos los escritores les gustaría que les pasara y a pocos, muy pocos, poquísimos (quizá solo a ella) les pasa: “Era como una outsider: escribía y escribía en una habitación de la casa de mis padres en Lizzanello [un pueblecito cerca de Lecce, en la comarca del Salento, en la punta del talón de la bota de Italia, en el profundo sur] durante el confinamiento por la pandemia…”, recuerda Giannone de cuando escribió la historia. Al terminarla, la envió a su editorial favorita, Nord, que la publicó a la primera. Y empezó a vender libros sin cesar: ha sido el título más vendido en el país durante dos años, ganó el premio de los libreros, ya está traducido a casi todas las lenguas… “Me cayó toda esta presión mediática encima. A mí, que en la vida había hecho una entrevista…”, comenta, se diría que todavía emocionada, en un hotel de Barcelona la vigilia de Sant Jordi, diada que esperaba con una ilusión loca: “Mi editora en París me dijo que fliparía con esta fiesta y yo adoro esta atmósfera. Y tengo una agenda… ¡Mamma mia!”. Se dio un hartón de firmar libros. En este “tiempo regalado” (el del confinamiento), descubrió una caja en casa de sus padres con recuerdos, fotos viejas y una tarjeta de visita de su bisabuela: “Anna Allavena, cartera. Lizzanello (Lecce)”, ponía. “Estiré de este hilo hasta descubrir la historia de la primera mujer cartera de Italia”, explica. Anna es la protagonista de la novela: ella, de Liguria (en el norte de Italia), en los años treinta se enamora de un joven trabajador, alegre y pasional de Lizzanello y se deja arrastrar por él, trasladándose al sur. “Cuando llega encuentra un ambiente hostil. Ella era como una foto en color en un mundo en blanco y negro. No había ninguna mujer en la que se pudiera reflejar”. Ella era como una foto en color en un mundo en blanco y negro. No había ninguna mujer en la que se pudiera reflejarTodos allí se escandalizan: Anna fue la primera mujer que fumó en el pueblo (aunque eso lo descubrió Giannone cuando ya había escrito el libro y, por tanto, en la novela no fuma), la primera que se puso pantalones, la primera que trabajó de cartera después de ganar unas oposiciones a las que nadie casi entendía que se pudiera presentar una mujer, además… ¡casada! Y aún más: se tomaba un carajillo de grappa en el bar cada mañana, no iba a misa, leía a Dostoyevski, Brontë, Pirandello… “Hacerse aceptar sin renunciar a ser cómo era fue muy duro”, adelanta la autora. La cartera repasa tres décadas de la vida de Anna, pasando por los años tristes del fascismo, la II Guerra Mundial, los años de la Democracia Cristiana… “Me estuve documentando mucho sobre la Italia de los treinta, y el Salento de los treinta, porque el Salento estaba al margen de todo lo que ocurría en el país, también durante la guerra”, explica Giannone. Asegura que sus estudios de cinematografía la influyeron a la hora de escribir: “Creo que si uno quiere reconstruir un periodo histórico, además de las fuentes y la documentación oficiales, tiene que contar qué hacía la gente: la música que escuchaba, las pelis que veía, cómo era la vida cotidiana”, explica. En todo ello, hay algo de reivindicación y de reparación respecto del territorio: ”Si piensas en la literatura del sur de Italia, te viene a la cabeza Nápoles, Sicilia, Il Gattopardo… El Salento está lleno de mujeres (también de hombres) con historias por explicar. Se nos conoce por el turismo, las playas, lugares maravillosos, la pizzica [una danza tradicional]la buena comida… Pero no hemos tenido una voz literaria. Espero no ser la única. ¡Llegarán otras!”. De momento, Giannone, sigue mirando al pasado (“aún me tiene que contar muchas historias, el pasado”, dice), ya ha publicado, también con mucho éxito, Domani, domani (Mañana, mañana, que editará Duomo este mes de junio), una deliciosa historia de dos hermanos que luchan por una empresa familiar a finales de los cincuenta, también en el Salento, claro, y prepara una tercera de la que nada puede avanzar porque está en fase de documentación. Giannone no deja de rendir homenaje a su tierra. “El contraste norte-sur es enorme”, insiste. “Hay gravísimas brechas laborales, sociales, económicas…”. Pero ella, que ha trabajado en Milán y ha vuelto al Salento, agradece haberse reencontrado con “la vida como era antes, con ese ritmo que ya no existe en Milán”: “Son ritmos tranquilos. Para nosotros es fundamental la siesta. ¿Qué animal después de comer se pone a hacer cosas, a trabajar?” Y, por supuesto, Giannone ha querido rescatar a su bisabuela: “Le debía esta historia”, dice. “Cuando en una novela hablas de una persona, esta se convierte en un personaje y debes buscar un equilibrio entre ambos, un equilibrio delicado que he intentado mantener en todo el proceso de escritura”. ¿Se reconocería su bisabuela en la protagonista de la novela? “Segurísimo”. Cuando en una novela hablas de una persona, esta se convierte en un personaje y debes buscar un equilibrio entre ambos, lo que es muy delicadoPara plasmar la mentalidad de la época (de las épocas…) Giannone se sirve de un puñado de personajes que nos acompañan durante las tres décadas. “Son víctimas de su tiempo”, dice. “Sobre todo, mujeres que no se dan cuenta de que hay otra forma de ser mujeres”. Pero existe un personaje malvado, sin solución. Un cura abusador, violento… “Él es un personaje sin esperanza y nunca se redime. Encuentra a Giovanna [una mujer perdida, a la que Anna ayudará] y se aprovecha de su fragilidad”. Casos parecidos todavía aparecen en los periódicos… “Sí, son historias que todavía pasan, porque la Iglesia nunca se ha renovado por dentro. Ha seguido igual a sí misma. Y eso que Francisco ha sido un papa progresista… Pero no le han permitido muchas cosas”. Hay otro cura en la novela y tampoco es muy amable… “Sí, reconozco que hay algo de anticlericalismo. Soy anticlerical”, confiesa. El antifascismo de la cartera es importante. “Fue la propia Anna la que me guio, recorriendo su vida”, explica Giannone. “No es un libro sobre el fascismo, pero el fascismo influyó en la vida de las personas. Y Anna tenía claro lo que era aquel régimen”. Y se convirtió en un ejemplo feminista, una adelantada a su tiempo. “El episodio de la casa de las mujeres que monta en la novela no ocurrió”, admite la autora. “Pero sí es cierto que mi bisabuela ayudó a mujeres en dificultad: madres jóvenes, prostitutas, viudas de guerra, mujeres de las que abusaron… Yo en la novela he querido poner a estas acciones un marco, que es esta casa que ella edifica y que es un homenaje también a las casas de mujeres que se construyeron con las luchas feministas en los años setenta”. La conversación, inevitablemente, cae a plomo sobre el presente, en una Italia con un gobierno de ultraderecha, una Europa con fuerte acento neofascista, una juventud cada vez más influenciada por discursos extremistas y un Donald Trump firmando decretos demoledores… “Tengo mucho miedo a que nos desmonten todos los derechos que hemos conquistado. El escenario no es confortable”, admite. Novelas como la suya, un relato de amor, costumbrista, tierno, pero valiente y de superación, ¿pueden ayudar a concienciar de lo que está pasando o de lo que puede volver a pasar? “A ver, lo que hacen falta son políticas, leyes. Si la literatura puede ayudar, estoy contenta. Pero tengo miedo. Todos estos derechos luchados y conquistados ahora resulta que nos los están quitando. En pocos días Trump ha lo está desmontando todo. ¿Qué está pasando? ¡Años y años para construir las cosas, llegas tú y con esa facilidad te lo cargas todo… A lo mejor mañana abrogan la ley del divorcio! Hay que tener los ojos bien abiertos y, si es necesario, volver a las calles”.

Francesca Giannone: “Tengo miedo de que nos desmonten todos los derechos conquistados | Noticias de Cataluña
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