A veces, para entender una realidad, es importante prestar atención a las palabras que le dan forma. El término compañero (como el inglés companion, el francés copain y el italiano compagno) proceden del latín cum y pānis, literalmente “con pan”. En chino se usa la palabra 火伴 que se traduce como “camarada de fuego”, una referencia a compartir comidas frente a la hoguera. Comer en compañía es algo común a todas las culturas, y es probable que este comportamiento se remonte a antes del origen de nuestra especie. Los chimpancés y los bonobos, nuestros parientes más cercanos, también comparten alimentos. Pero dar de comer a los allegados no es lo mismo que comer juntos, hay una base biológica, pero también un componente cultural. Fijémonos ahora en otra palabra, “sobremesa”. No tiene traducción posible al inglés, es una rareza lingüística. Como decía la escritora Natalia Sylvester en una columna en el New York Times, “para tener una palabra que describa una larga conversación que te mantiene en la mesa y prolonga una comida, habría que valorar este concepto lo suficiente”.La sobremesa es el paradigma de la comensalidad —el hábito de alimentarse en compañía—. Es la comida más allá del comer, la mesa como lugar de encuentro, donde colocar los platos y las historias. Las alegres ruinas de un banquete. La sobremesa podría considerarse el ingrediente secreto de la dieta mediterránea. “De hecho, fue declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO en 2010, también por incluir estos aspectos sociales y culturales”, explica Maira Bes-Rastrollo, profesora de medicina preventiva y salud pública en la Universidad de Navarra. Fue este el momento en el que académicos de distintos campos empezaron a prestar atención no tanto a lo que había en la mesa, sino a las sillas a su alrededor. En los últimos años, antropólogos sociales, epidemiólogos y nutricionistas han constatado que comer en grupo fortalece los lazos sociales, mejora el bienestar y puede fomentar hábitos alimentarios más saludables. La nueva pirámide de estilo de vida mediterráneo para niños y jóvenes, publicada el mes pasado en la revista Advances in Nutrition, contempla ya esta vertiente social.Comer en compañía significa comer más sano. Un estudio transversal realizado en 43 países analizó la frecuencia con la que 155.000 niños y adolescentes comían con sus padres y cruzó esos datos con su peso. Las menores tasas de obesidad y sobrepeso se dieron en aquellas familias que comían juntas todos los días. “Cuando comemos juntos suele haber una preparación previa que disminuye la probabilidad de elegir alimentos ultraprocesados”, explica Bes-Rastrollo. “Se dedica más tiempo a cocinar y más tiempo a comer”. No es este el único beneficio, pues las comidas familiares frecuentes pueden proteger contra los trastornos alimentarios en adolescentes y adultos jóvenes, avisan los expertos. “Compartir las comidas en familia o en grupo y cocinar juntos ayuda a niños y adolescentes a desarrollar una relación positiva con la comida”, explica Marta Guasch-Ferré, profesora de Epidemiología en la Universidad de Copenhague.Compartir mesa significa compartir historias. Y esta puede ser la forma más efectiva de pasar a las nuevas generaciones las recetas y el conocimiento de la dieta mediterránea. Un estudio de la Universitat Oberta de Catalunya llegó a esta conclusión estudiando los patrones alimenticios de distintas familias, cruzando lo que comían con cómo lo comían. “Las familias con un patrón de comensalidad menos claro mostraron una menor adherencia a la dieta mediterránea”, concluía.“Es lógico”, comenta en conversación telefónica el antropólogo alimentario Francesc Xavier Medina, uno de sus autores. “Cuando estás comiendo no estás solamente ingiriendo cosas, sino que estás compartiendo con los demás, te están educando”. Esto es especialmente importante durante la infancia y la adolescencia, cuando se forman los hábitos alimenticios. Pero no solo.El equipo de Medina está investigando la importancia de comer en compañía en contextos sanitarios, donde la comida es la misma para todos y la única variable es la compañía. El estudio, realizado con datos del Hospital del Mar y aun sin publicar, destaca la importancia de la comensalidad en la recuperación. “Los pacientes que comen acompañados de familiares y amigos se recuperan antes”, explica el experto. Esto se puede deber a que al compartir este momento lo hacemos más agradable, que lo alargamos más y tendemos a comer más cantidad. Y estas variables, que pueden ser menores en otro contexto, cobran mucha más importancia en el hospitalario.Dime con quién comes y te diré si eres felizEl World Happiness Report 2025, un estudio de la Universidad de Oxford con datos proporcionados por Gallup, ha realizado el mapamundi de las sobremesas. Esta macroencuesta global preguntó a personas de 140 países cuántas veces habían comido acompañadas la semana anterior. España está en el puesto 30, con unas nueve comidas compartidas a la semana. En el mismo grupo se encuentran países como Italia (8,9) o Portugal (9,5). En los puestos más altos de la tabla están Senegal (11,7) Gambia, Malasia y Paraguay (10,8). En la parte inferior, destacan los países asiáticos como India, Japón o Bangladés, farolillo rojo de la clasificación con 2,7 comidas compartidas a la semana.Los investigadores cruzaron estos datos de comensalidad con la satisfacción vital autopercibida y el grado de felicidad que decían sentir. Y vieron una correlación “muy, muy fuerte”. La forma en la que comemos dice mucho de la forma en la que vivimos. “Puede darnos tanta información, a nivel estadístico, como el nivel de ingresos o si estamos o no en el paro”, explica Alberto Prati, profesor asociado de la Universidad de Oxford y autor del estudio. A la hora de medir las conexiones sociales se suele preguntar por el número de amigos o el apoyo social. “Pero estos son datos subjetivos, y es más fácil que haya algún tipo de sesgo”, sentencia Prati. “Al preguntar cuántas comidas has compartido la semana pasada obtienes un dato objetivo”. Esto se vio a nivel de país, pero bajando a las encuestas personales, también se replicaba. “Las personas que comparten muchas comidas a la semana suelen puntuar mejor su nivel de satisfacción con la vida”, confirma el experto.Hubo otro dato del estudio que le llamó especialmente la atención. A pesar de que cada vez conocemos más los beneficios de compartir mesa y mantel, cada vez lo hacemos menos. “En unos años hemos pasado del 18% de personas que almuerzan solas todos los días de media a más del 25%, lo que supone un gran crecimiento”, alerta Prati. Los datos, señala, son de Estados Unidos, donde quizá la tendencia sea más marcada, pero esto es algo global y el experto cree que va a ir a más. “Cuando analizamos este fenómeno por grupos, fueron los más jóvenes quienes demostraron estar más expuestos a comer solos hoy de lo que lo estaban sus pares hace 20 años”.En su ensayo de 1995, Solo en la bolera: Colapso y resurgimiento de la comunidad norteamericana, el sociólogo de la Universidad de Harvard Robert D. Putnam alertó de una desintegración gradual del tejido social en Estados Unidos. Putnam explicó esta tendencia por dos hechos aparentemente triviales: que la gente participaba cada vez menos en asociaciones y actividades de barrio y que comía menos con sus familias. “Los datos documentaban estas tendencias desde los años setenta”, señala Prati, “y lo que observamos ahora parece ser una continuación de este progresivo aislamiento social iniciado entonces”.La tendencia es clara en un mundo globalizado donde la prisa y los alimentos ultraprocesados ponen en riesgo la dieta mediterránea. Los estudios confirman que su adherencia entre las nuevas generaciones cada vez es menor. Sin embargo, pocos actos de resistencia y protesta se antojan más apetecibles. Preparar una paella con amigos y familia. Gulusmear (andar oliendo o probando lo que se guisa, otra palabra sin traducción) mientras se cocina para otros. Poner muchos platos en una mesa y disfrutar de la comida y la compañía reivindicando uno de los mejores inventos que ha dado la cultura mediterránea. Proteger la sobremesa ejerciéndola con una calma militante.

La ciencia de la sobremesa, el ingrediente secreto de la dieta mediterránea | Salud y bienestar
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