La Policía Municipal ha llegado al barrio de Montecarmelo sobre las siete y media de la mañana, cuando estaban saliendo los primeros rayos del sol. Los vecinos que vigilaban la zona han dado el aviso y en pocos minutos estaban allí más de 20 con sus respectivos silbatos y cacerolas intentando cruzar a la parcela donde se están talando árboles. Algo se estaba moviendo, porque a diferencia de otros días, los agentes no les han dejado ni acercarse a la parte vallada y han pedido a algunos de ellos que se identifiquen. “Luego no llega multa ni nada, lo hacen para meter miedo”, dice uno de los que han tenido que enseñar el carnet. A la media hora aparece un camión que remolcaba una retroexcavadora. Con la nueva máquina ya sobre el terreno, han empezado los trasplantes. Han movido seis árboles pequeños unos metros y los han dejado al lado del colegio alemán, muy cercano a la zona sobre la que el Ayuntamiento de Madrid va a construir el cantón de limpieza y la base del Selur. María Ángeles Nieto, portavoz de la Plataforma Ecologista Madrileña, opina que “estos trasplantes de última hora suelen ser operaciones cosméticas para aparentar una menor pérdida de arbolado y calmar el malestar ciudadano” y que las posibilidades de supervivencia de los ejemplares disminuye según se acerca el verano.Más información“Lo ideal es hacerlo en invierno”, admite un responsable de la empresa subcontratada para hacer los trabajos. “Pero yo he llegado a trasplantar ocho cedros en pleno agosto y seis de ellos han sobrevivido”, añade. Lo cuenta con constantes interrupciones por parte de los vecinos, que este lunes han acudido armados con cacerolas para montar más bulla. Se sienten impotentes porque el proyecto sigue adelante sin importar que hayan conseguido el consenso de todos los partidos de la oposición y de asociaciones de barrios vecinos para que se traslade a otra parcela. “No decimos que no haya cantón, lo que pedimos es que se haga en una zona alejada de colegios y residencias”, dice un portavoz de la Asociación Vecinal de Montecarmelo. Mientras tanto, gritan a los trabajadores que agarran palas y motosierras para que se vayan. Todo lo que haya dentro del perímetro que marca la cinta de la Policía Municipal y que no tenga hojas ni raíces es susceptible de ser denostado. “¡Sinvergüenza! ¡Hijo de puta!”, grita una mujer. “¡Arboricida!, añade otro señor.Los operarios de la subcontrata trasplantan algunos árboles junto al colegio alemán, en la parcela de Montecarmelo.
Álvaro Sánchez MartínLa mayor parte de los insultos se dirigen hacia el hombre que está al frente de los trabajos y hacia un chico de poco más de veinte años que se mueve nervioso de un lado a otro de la zona delimitada para los trabajos. Son los dos únicos que están allí dentro que no llevan peto reflectante y los vecinos han encontrado en ellos un chivo expiatorio. Deducen que son los jefes de la subcontrata y les culpan de no parar las máquinas y rechazar el encargo. Sin embargo, el joven solo lleva dos meses haciendo unas prácticas que están resultando más duras de lo que parecían en un principio. “He venido aquí a ensuciarme las manos, pero es insoportable”, señala. “Me están gritando, insultando. Me han llamado hijo de puta y putero”, protesta. El otro hombre vestido de calle, que sí supervisa al resto de trabajadores, explica que “manejar motosierras y maquinaria pesada mientras recibes insultos constantes es peligroso”. “Estamos todos en tensión”, añade.Pero los vecinos tienen muy claro que no pueden parar de hacer ruido si quieren conservar la zona llena de árboles en la que pasean, llevan a los niños a jugar o sacan a sus mascotas a diario. “Si algo va a parar las obras es la movilización”, grita un portavoz de la Plataforma de Afectados por el Cantón de Montecarmelo. Aprovecha el momento en el que todos escuchan para convocar la próxima manifestación. Esta vez será delante de la sede de Urbaser, la empresa con el contrato para construir el cantón. “No solo los trabajadores de la subcontrata tienen que sufrir la presión, también los directivos de la empresa que los ha contratado”, explica el portavoz frente a un centenar de personas que ha salido de casa para quejarse. Algunos llevan chalecos reflectantes, otros carteles con la frase “no al cantón”. Un vecino más original se ha fabricado una máscara con la cara del delegado de Urbanismo, Medio Ambiente y Movilidad, Borja Carabante, y le ha pintado unos colmillos de vampiro.Los vecinos de Montecarmelo durante la protesta de este lunes.Álvaro Sánchez MartínPara ellos, el concejal responsable de elegir la ubicación del cantón “es un traidor”. El Partido Popular arrasó en ese nuevo barrio residencial del norte de Madrid que tiene apenas 20 años. Como ocurre en muchos nuevos proyectos de desarrollo urbano de la ciudad, los servicios y dotaciones públicas han ido llegando con los años y a cuentagotas. Carabante era una esperanza para ellos porque vivía en Montecarmelo y conocía bien sus deficiencias. “Es necesario plantearse la ejecución de nuevas instalaciones y de más zonas verdes”, dijo hace diez años en una entrevista para una revista del barrio, cuando se presentaba por primera vez como candidato a concejal. En la misma publicación dio a conocer su fórmula para llegar a esa conclusión: “Es esencial escuchar lo que los vecinos necesitan”.Con dos décadas de por medio y Carabante viviendo en otro sitio, el barrio sigue sin tener polideportivo municipal ni biblioteca, el centro de salud aún está en construcción y las zonas verdes son las mismas, y en descenso. “El cantón es absolutamente imprescindible”, ha dicho este lunes. Según él, tiene que ser ahí. “Este equipo de Gobierno va a ejecutar, como es su obligación, los cantones que sean necesarios para prestar el mejor servicio”, ha añadido. Hasta ahora, sostiene que la parcela de Las Tablas que proponen los vecinos y que tiene el consenso de ambos barrios “no es viable ni técnica ni urbanísticamente”, pese a que toda la oposición piensa lo contrario. Ahora esgrime un nuevo argumento, que ha asombrado a todos: “Es necesario hacer el cantón para reconocer la dignidad que tienen los barrenderos que barren todos los días”.

La resistencia continúa en Montecarmelo mientras Almeida cambia la motosierra por la retroexcavadora | Noticias de Madrid
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