Al sureste de Costa Rica, en medio de la selva donde las plantas rebeldes despliegan sus hojas por doquier, habita una colmena singular de abejas de las orquídeas que rompe con las jerarquías tradicionales. Son las hijas más antiguas de un linaje que desafía las rígidas castas. Mientras que sus primas, las abejas melíferas y los abejorros, conviven bajo la estricta dominación de una reina, ellas han preferido vivir en libertad en la Estación Tropical La Gamba, señala un nuevo estudio de la revista Biology Letters. Se trata de un hallazgo que desafía lo que se creía sobre la organización social de estos insectos.Durante tres años, un equipo de biólogos dirigidos por Jonas Henske, investigador de la Universidad de Bochum (Alemania), se internó en medio del húmedo paisaje tropical. Allí descubrieron este refugio natural inesperado: un nido vibrante de la especie Euglossa cybelia que albergaba a dieciséis hembras. No había abeja madre que dictara órdenes, ni jerarquías que marcaran el destino de las habitantes. Estas abejas, de hecho, no están atadas a ese tipo de organización social compleja que se denomina eusocialidad obligada. Ellas parecen un puente entre la soledad y la sociedad al estar unidas en un pacto silencioso de convivencia.Una abeja de la especie ‘Euglossa cybelia’ en las tierras bajas del Pacífico de Costa Rica.Los científicos siguieron la pista de un análisis anterior, que mencionaba que esta especie se encontraba con frecuencia cerca de los ríos. Para Henske las abejas de las orquídeas son como las propias orquídeas: llamativas, diversas y con comportamientos únicos. “Desde que tuve mi primer contacto con ellas, me atraparon”, cuenta el investigador a EL PAÍS, quien desde hace más de una década quedó fascinado con estos insectos. Aunque es un especialista en el comportamiento de abejas macho —los artesanos de fragancias—, esta vez el foco estuvo en las hembras. Más informaciónCada una de las abejas cuidaba de su propia descendencia, compartiendo el mismo espacio, un fenómeno bastante inusual. “Lo interesante es que no eran todas hermanas. Formaban grupos de diferentes linajes, lo que indica que no se trata de una estructura familiar típica”, enfatiza el autor principal del análisis que se publica este miércoles. Es una forma de convivencia, donde todas colaboran en la construcción del nido, pero cada una mantiene su reproducción independiente.“Lo interesante es que no eran todas hermanas. Formaban grupos de diferentes linajes, lo que indica que no se trata de una estructura familiar típica”Jonas Henske, Universidad de BochumLo mismo comenta Pablo Vargas, investigador del Real Jardín Botánico, aquí se trata de un grupo donde no suele haber especies sociales. “Y no solo eso, sino que además la colonia no proviene de una sola hembra fundadora, como en las colmenas típicas, sino que se forma con varias hembras independientes. Es, literalmente, una comuna”, dice este experto que no fue parte del hallazgo. La anidación comunal en sí puede observarse en otras especies de abejas, pero la fundación comunal de nidos es única.Vargas hace un paralelismo con los humanos. En algunas culturas tradicionales, se formaban comunas donde los niños eran criados por distintas madres de la comunidad. Eso permitía a las demás tener más tiempo libre o repartir el trabajo. “Algo similar podría estar ocurriendo aquí”, dice.Construcción en grupo de un nido resinoso por parte de abejas ‘Euglossa cybelia’ en La Gamba, Costa Rica.Henske et al.Construir un domo de resina en la selva no es tarea fácil. La cooperación entre múltiples hembras, según el autor, podría ser una estrategia para enfrentar este desafío, haciendo la tarea más eficiente que si lo hiciera una abeja en solitario. La rareza de este caso se profundiza aún más al observar que, aunque todas las hembras estaban apareadas y podían engendrar hijas, solo hijos varones poblaban el nido al inicio. En las abejas, los machos emergen de huevos sin fertilizar, un acto de independencia biológica que, en este caso, parece adrede para evitar la competencia entre hermanas, pues ellos abandonan el nido al madurar. En abejas y avispas, los machos sí pueden nacer de huevos no fecundados, pero en este caso, las abejas sí se habían apareado y optaron por no producir hembras.Unas desconocidas del linajeEncontrar nidos sigue siendo un gran desafío. El comportamiento de anidación ha sido descrito solo para una pequeña fracción de las más de 250 especies conocidas. En algunas especies de abejas de las orquídeas en Costa Rica se han observado pequeñas comunidades anidadas, aunque en general siguen siendo solitarias. A veces se encuentran colonias formadas por una hembra madre, sus hijas y otras hembras no emparentadas. Sin embargo, cada hembra busca su propio alimento y no hay un sistema de reclutamiento para recolectar recursos, como sí ocurre en las abejas melíferas o sin aguijón.El siguiente paso del equipo será continuar la búsqueda de nidos, una tarea compleja que implica semanas de trabajo en zonas remotas de la selva. “Este comportamiento es difícil de estudiar”, comenta Ignasi Bartomeus, investigador de la Estación Biológica de Doñana. “Hay que localizar los nidos, y hacer análisis genéticos de las abejas para ver si están emparentadas, así que sabemos poco sobre estas relaciones”, indica el ecólogo, que no participó del análisis. La intención es marcar a los individuos y observar si existe interacción entre nidos cercanos, o incluso si hay señales químicas que las hembras usan para agruparse.“Queremos saber qué factores las llevan a fundar un nido juntas. ¿Están respondiendo a olores específicos? ¿Es pura casualidad o hay un patrón?”, se pregunta el investigador. Los científicos aún se encuentran en una etapa muy temprana, pero esto podría abrir una nueva línea de investigación sobre la evolución de las sociedades en insectos. Entre las abejas de las orquídeas, en ese rincón escondido de la selva costarricense, florece una sociedad distinta que invita a repensar la evolución y el significado de vivir en comunidad.

Sin jerarquías, machos, ni reina: el inédito matriarcado de una “comuna” de abejas en la selva costarricense | Ciencia
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