Cuatro reputados científicos estadounidenses ponen este jueves sobre la mesa un debate espinoso, pero urgente. Los investigadores, de las universidades de California y Nueva York, instan a emplear los cuerpos de las personas en muerte cerebral en los hospitales para realizar experimentos médicos y dar un salto en el descubrimiento de tratamientos para enfermedades hoy letales. En su llamamiento, publicado en la revista Science, explican que esta estrategia ya se está usando de manera excepcional para ensayar los primeros trasplantes de órganos de cerdo modificados genéticamente a humanos en Estados Unidos y China, pero proponen utilizar los cuerpos también para probar medicamentos, los tratamientos experimentales de edición del ADN y otras modernas terapias genéticas.Los cuatro autores —el especialista en bioética Brendan Parent y los neurólogos Neel Singhal, Claire Clelland y Douglas Pet— argumentan que los científicos “podrían llevar a cabo cientos, si no miles, de experimentos comparativos simultáneos en un único fallecido mantenido fisiológicamente”. Los firmantes han acuñado una nueva denominación: PMD, las siglas en inglés de fallecidos mantenidos fisiológicamente (physiologically maintained deceased). “Los modelos de investigación PMD, que nosotros sepamos, no se han explorado para el descubrimiento de nuevos fármacos, pese a su considerable potencial”, opinan.En 1988, un equipo de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook empleó el cuerpo de una persona en muerte cerebral para probar un nuevo tratamiento anticoagulante. Aquel experimento ya desató un debate sobre sus implicaciones morales y religiosas. En 2002, un grupo del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas utilizó otro cuerpo para elaborar un mapa molecular detallado de la circulación sanguínea humana. Son los únicos estudios publicados que han encontrado los cuatro autores del llamamiento en la revista Science.Más informaciónLa muerte cerebral supone la pérdida total y absolutamente irreversible de las funciones cerebrales. No tiene nada que ver con el estado de coma, en el que el cerebro sigue activo. La muerte cerebral significa, a todos los efectos clínicos y legales, el fallecimiento, según recalca la Sociedad Española de Medicina Intensiva, Crítica y Unidades Coronarias.El jurista Federico de Montalvo Jääskeläinen presidió hasta 2022 el Comité de Bioética de España, máximo órgano consultivo del Gobierno en el ámbito de la ética científica. A su juicio, al igual que es posible donar un cadáver a la ciencia, se puede entregar el cuerpo en estado de muerte cerebral. “El sujeto está formal y legalmente muerto”, subraya. “El problema es qué puede hacerse cuando no hay declaración o manifestación previa de donación por parte del interesado. ¿Puede usarse el cuerpo del individuo? ¿Puede usarse cuando así lo autorice un familiar? En este caso el tema se complica. Incluso podría plantearse, como ocurre en la donación de órganos, un modelo opt out, es decir: todos somos donantes universales, salvo que expresemos nuestra voluntad de no serlo”, reflexiona De Montalvo Jääskeläinen, de la Universidad Pontificia Comillas, en Madrid.La imagen de múltiples cuerpos humanos conectados a máquinas puede remitir a escenas apocalípticas de ciencia ficción, como en la película Matrix, pero la realidad no tendría nada que ver con eso. Las personas en muerte cerebral solo se usarían con su autorización previa o la de su familia, en unidades de cuidados intensivos de hospitales universitarios.Los cuatro autores señalan que los cuerpos en estado de muerte cerebral son ideales para analizar los efectos de una intervención durante días, pero “el modelo de investigación PMD no sería necesariamente útil en estudios a más largo plazo, durante meses o años”. De Montalvo Jääskeläinen argumenta que en los casos de donación de órganos ya se mantiene al donante fallecido con actividad respiratoria. “Si la investigación [con los cuerpos de personas en muerte cerebral] es equiparable en términos temporales a la donación, no veo problema”, expone. “En definitiva, en España, dado nuestro régimen legal en materia de donación de órganos, puede aceptarse siempre que el sujeto lo haya autorizado previamente y que la investigación sea de interés público”, sentencia.Un equipo de cirujanos del hospital militar Xijing, en la ciudad china de Xian, anunció hace un mes el “éxito” del primer trasplante de un hígado de cerdo transgénico a una persona. El receptor era un hombre de 50 años en muerte cerebral, como antes había ocurrido en operaciones similares con corazones y riñones porcinos desde 2021 en el Centro Médico Langone de la Universidad de Nueva York, en Estados Unidos.El cirujano Pablo Ramírez, del Hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia, ha pedido autorización para trasplantar hígados de cerdo, modificados genéticamente, a tres personas con fallo hepático fulminante si no hay ningún hígado humano disponible. “El modelo de un ser humano en muerte encefálica con corazón latiente es, sin duda, adecuado para realizar pruebas de concepto de órganos porcinos transgénicos”, sostiene.Ramírez apunta “dos factores limitantes” de esta estrategia. En su opinión, compartida por los cuatro autores estadounidenses, el cuerpo de una persona en muerte cerebral se debería utilizar de manera prioritaria para donar sus órganos, antes que para investigación científica. “El segundo factor limitante es el tiempo que se puede mantener el corazón latiente en una persona fallecida por muerte encefálica, limitado a días o pocas semanas, en el mejor de los casos”, detalla el cirujano. Por lo tanto, prosigue, “es un modelo que posiblemente no va a servir para investigar el funcionamiento fisiológico a largo plazo de los trasplantes de órganos porcinos transgénicos a la especie humana”, pero sí para demostrar que un experimento como el de China funciona y facilitar la autorización de ensayos más ambiciosos, como el suyo en Murcia, en el que tres personas recibirían hígados de cerdos durante unos días, hasta que estuviera disponible un hígado humano de un donante fallecido. Para los cuatro autores estadounidenses, “el potencial para hacer avanzar la ciencia es tremendo”.

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