Hay una intuición general del público, confirmada por quienes la tratan a diario, de que Camila Parker Bowles (Londres, 77 años) posee esa habilidad británica tan útil de reírse de uno mismo y restar importancia a lo solemne. Años atrás, cuando era impensable que llegara a ser reina, a pesar de estar ya casada con el entonces príncipe de Gales, cuenta Robert Hardman en su libro Charles III. The Inside Story (Carlos III. La Verdadera Historia) que sus hermanos la llamaban Lorraine, que pronunciado suena similar a la reina en francés. Y que ella participaba gustosa de la broma.Este miércoles 9 de abril se celebra el vigésimo aniversario de uno de los matrimonios más improbables y a la vez más exitosos de la historia. El rey Carlos III (Londres, 76 años) y la reina Camila estarán en Roma, donde tenían programada desde hace tiempo una visita de Estado. A pesar de la puntual alarma desatada en los medios el pasado 28 de marzo, cuando el palacio de Buckingham anunció una breve cancelación de la agenda del monarca, provocada por “los efectos secundarios temporales” del tratamiento contra el cáncer al que sigue sometido, el ritmo de compromisos públicos no ha frenado.Más informaciónLa reina consorte nunca seducirá por completo a una mayoría de británicos. La empresa de sondeos YouGov, que mantiene un tracking constante de la popularidad de los miembros de la familia real, refleja una opinión pública dividida. Un 45% de los ciudadanos tiene una imagen positiva de ella, frente a la visión negativa del 43%. No anda muy alejada, sin embargo, de su esposo. El porcentaje que le muestra su respaldo es del 59%. La aceptación popular de la pareja ha sido un trabajo que ha mezclado constancia y una estrategia de comunicación acertada. Pero, sobre todo, una voluntad de respaldo mutuo por parte de ambos.Carlos de Inglaterra y Camila Parker Bowles el día de su boda, el 9 de abril de 2005 en la capilla de San Jorge, en Windsor. Anwar Hussein Collection/ROTA (WireImage)“A pesar del tratamiento de cáncer, el rey está decidido a permanecer activo, autodisciplinado y positivo. Carlos III deja en manos de la genética y del Todopoderoso la decisión sobre la longitud de su reinado. Pero no tendrá nada de interino mientras tenga a su lado a la reina Camila”, escribe Hardman, uno de los periodistas más serios y con mayor acceso a la familia real británica. “Su mayor fortaleza, sin embargo, no reside tanto en lo que puede animar al rey a hacer o a disfrutar. Es el simple hecho de que se trata de un personaje intrínsecamente alegre, que levanta el ánimo de todos los que la rodean. Y mucho más importante, que levanta el ánimo del rey”, afirma el autor.En los últimos días, los periodistas que siguen al monarca a diario le han visto ejercitar con vigor maniobras de rehabilitación a un muñeco, durante una visita al Real Colegio de Enfermeras; mezclar y servir un cóctel Dry Martini junto al actor italo-estadounidense Stanley Tucci; o tocar con humor y habilidad una famosa nana con la ayuda de una zanahoria tallada en forma de flauta, en una ceremonia en el castillo de Windsor con la London Vegetable Orchestra.Carlos III tocando una zanahoria tallada en forma de flauta, en una ceremonia en el castillo de Windsor con la London Vegetable Orchestra, el 3 de abril de 2025.Aaron Chown (AP)Amante, esposa, princesa, reinaCarlos y Camila se conocieron en 1970 durante una competición de polo en Windsor Great Park. Tuvieron que pasar casi 30 años, dos matrimonios, una relación furtiva y centenares de páginas escandalosas en los tabloides británicos antes de que expusieran pública y oficialmente su voluntad de seguir juntos. En julio de 1997, el entonces heredero al trono organizó una fiesta en su residencia campestre de Highgrove para celebrar el 50º cumpleaños de ella. Era toda una declaración de intenciones, realizada un año después de que finalizara el proceso de divorcio de Diana Spencer, Lady Di. La reina Isabel II no acudió a la fiesta. No está nada claro que su hijo se lo pidiera, a pesar de lo que insinúe la popular serie televisiva The Crown (Netflix). El príncipe de Gales era muy consciente de que llevaría tiempo que su madre aceptase los hechos, por muy consumados que fueran.Carlos de Inglaterra y Camila Parker-Bowles, en una imagen de 1979.Tim Graham (Tim Graham Photo Library via Getty Images)Un año después, la trágica muerte en un accidente automovilístico de Lady Di congeló un proceso de rehabilitación y volvió a colocar a Camila Parker Bowles en la diana de la ira popular. Sería en 2005, finalmente, cuando la pareja decidió contraer matrimonio y dejar atrás años de artificiosa clandestinidad. Fue una ceremonia civil en Windsor, seguida de un servicio religioso en la capilla de San Jorge, en las inmediaciones del castillo. Fiel a su papel de Gobernadora Suprema y Defensora de la Fe de la Iglesia anglicana de Inglaterra, Isabel II no asistió al primer evento. Sí lo hizo al segundo.Cada vez estaba más clara la cercanía de la difunta monarca con una nueva nuera que compartía con ella, mucho más que Diana Spencer, una visión del mundo tradicional y muy pegada a la tierra. Camila nunca usó, después del matrimonio, el título de princesa de Gales, que en puridad ya era suyo. Pero uno de los últimos deseos de Isabel II, que expresó en 2022 durante la celebración de su Jubileo de Platino, fue que, cuando su hijo accediera al trono, su esposa fuera tratada como reina consorte.Los reyes Carlos III y Camila saludando desde el palacio de Buckingham el día de su coronación, el 6 de mayo de 2023. Samir Hussein (WireImage)La reina Camila ocupó un amplio espacio de representación pública durante los primeros meses del tratamiento de cáncer de Carlos III. Redobló su presencia en eventos y compromisos oficiales, a la vez que impulsaba sus propias organizaciones de ayuda a las mujeres maltratadas o de promoción de la lectura infantil.El monarca británico se refiere siempre a Camila como “mi querida esposa” (my darling wife) y siempre se expresa en plural, ya sea para transmitir apoyo a una causa o para expresar agradecimiento. Ella le llama the boss (el jefe) en el entorno íntimo, cuenta Hardman. La gran victoria de la reina consorte ha sido la de proporcionar a Carlos III la calma y el bienestar suficientes para afrontar su reinado, dure lo que dure. El rey filósofo, que despistaba a menudo a los británicos con su introspección intelectual, ha logrado transmitir, a fuerza de humor y sonrisas, una imagen distinta y más cercana de sí mismo.

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